Vinimos a Los Porfiados porque nos habían hablado maravillas, y es que en los poco más de 4 meses que lleva abierto este restaurante en pleno corazón de Lavapiés ya ha conquistado a algunos de nuestros mejores amigos. Nada más entrar supimos que estaría en nuestro inventario: un ambiente distendido y amable, comida sencilla y sin pretensiones pero riquísima, y el local, que llevaba meses abandonado y al que han conseguido dar una nueva vida con poco presupuesto y mucho ingenio.
Su curioso nombre, los porfiados, es una expresión muy usada en argentina que hace referencia a la “insistencia de una acción para el logro de un intento en que se halla resistencia”, y conociendo la historia de los cuatro socios que lo regentan, no podían haber elegido un nombre mejor. En realidad todo empezó a escasos metros del restaurante, justo en el local contiguo, en el espacio cultural La Bagatela, un lugar que da mucha vida al barrio donde organizan todo tipo de actividades, desde talleres de música, costura, yoga o infantiles a teatro o conciertos. Los cuatro socios -Uri, Fer, Santi y Viki- venían trabajando en esta asociación desde hace tiempo y siempre habían querido montar un restaurante, así que cuando vieron que el local de al lado se quedaba vacío no dudaron en poner cuerpo y alma para transformar un espacio desangelado en el restaurante más acogedor de Lavapiés. Su ilusión, esfuerzo y buen hacer se respira en el ambiente desde el momento en que cruzas su puerta.
Pero lo importante es lo que sirven en el plato. Su cocina es casera, sencilla y sin pretensiones, hecha a mano y con mucho mimo. Tres de los cuatro socios son de origen argentino y se nota en la carta: matambre de vacuno, milanesas o empanadas argentinas. Esta vez pedimos la hamburguesa y no exageramos al decir que es de las mejores que hemos probado en Madrid. Los postres tampoco tienen desperdicio, así que acordaos de guardar un hueco para el final…
El local es grande pero acogedor, tiene todo tipo de mesas para dos, cuatro y ocho personas (una redonda que es nuestra favorita, junto a la ventana) y al fondo un espacio inundado de luz con varias mesas para dos y una enorme, de madera antigua, donde dan ganas de quedarse a vivir. Este espacio también es genial para comidas y cenas de grupo (hasta veinte personas).
Volveremos a menudo y seguro que vosotros también. 100% recomendado.